Por Pedro Javier López Soler, historiador.
En enero de 1922 la situación que se respiraba en Águilas era crítica para los hijos de la clase trabajadora: el cierre de las minas había dejado sin empleo a centenares de personas, a los que una agricultura al borde de la quiebra, debido a la pertinaz sequía que azotaba el campo aguileño, no pudo absorber. Fueron años de colas de hambre, emigración forzosa y desempleo, que castigaron especialmente a aquellos que menos tenían.
Pero la dirigencia política de la época, representada por liberales y conservadores, había encontrado la solución a esta crisis endémica: la construcción de un ferrocarril que conectara Águilas con Cartagena. Solo las obras darían empleo durante años a centenares de obreros. Promesas y más promesas, que fueron esgrimidas por distintos aspirantes a diputado para ganarse el favor de los vecinos.
En 1922 las palabras habían caído en saco roto y muchos aguileños se habían quitado la venda que durante años llevaron sobre sus ojos. Al inicio de año quedó patente el hartazgo de un pueblo cansado de correr tras una zanahoria que, tras años de carrera, parecía inalcanzable. Un agudo periodista, Manuel Miras Escobar, a la sazón corresponsal en la localidad del diario El Liberal, desde cuya tribuna se había convertido en el azote de las autoridades municipales, inmortalizó en papel impreso el hastío de una población cansada de compromisos que nunca se cumplen. El 22 de enero centenares de obreros del campo y la ciudad recorrieron las calles de Águilas «flameando las banderas de la Casa del Pueblo en imponente manifestación» para pedir trabajo, «que es el pan de ellos y el de sus hijos».
Pero al pedir trabajo, cosa noble y honrada, demandaban también el cumplimiento de promesas tantas veces repetidas como incumplidas, y que en más de una ocasión sirvió como arma de combate para luchas electorales, y precisamente en la época presente, en que contiendas de elección se preparan, viene como anillo al dedo la recordación de aquellos ofrecimientos, tanto porque las necesidades apremian como en evitación de que vuelva a sonar la misma cantinela, harto sabida por todos y que de puro gastada más huele a sarcasmo que a fórmulas de redención.
La promesa a la que Manuel Miras Escobar alude en su crónica es el cacareado levantamiento de una vía férrea que conectara Águilas con Cartagena, un proyecto ilusionante que podría haber paliado la alta tasa de desempleo con los augurados jornales que serían invertidos en las obras de construcción. Sin embargo, tal y como podemos deducir, este quedaría muy lejos de verse materializado. Su principal impulsor fue el varias veces diputado por la circunscripción de Cartagena, José Maestre Pérez, quien, en el momento de la manifestación, se encontraba en la cúspide de su poder, ejerciendo como ministro de Fomento en el gobierno de Antonio Maura. Los trabajadores aguileños le recordaron sus promesas, así como Miras Escobar aquellas palabras suyas: «mi viaje a esta villa no ha de repetirse hasta que pueda hacerlo en la locomotora que circule por el ferrocarril estratégico Águilas-Cartagena».
No sabemos si el político conservador volvería a pisar suelo aguileño. Su ejemplo no es más que otro en la larga lista de promesas incumplidas que políticos de uno y otro partido han realizado al ingenuo y bienintencionado pueblo de Águilas. El próximo 1 de octubre se cumple el tercer aniversario del cierre de la línea de cercanías Murcia-Lorca-Águilas. En 2021 se adoptó esta decisión con la justificación de acelerar los trabajos de mejora de la vía férrea, pero las obras no se están realizando al ritmo que se anunció y los expertos, incluso, dudan de que el tren vuelva a este municipio que rompió su aislamiento y se desarrolló al calor de las locomotoras.
Anotaciones
Fuentes históricas consultadas:
· Archivo Municipal de Murcia: El Liberal (Murcia), 25 de enero de 1922.
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