Por Pedro Javier López Soler, historiador y coordinador de Amanecer 31.
Hemos aprendido muy poco del siglo XX si a día de hoy aún no somos conscientes de que guerra y auge del fascismo son dos conceptos indisociables.
Mientras desde el ágora se clama contra la guerra, el «gobierno más progresista de nuestra historia» ha aprobado la entrega de armas a Ucrania.
PAZ, que no es sinónimo de cobardía ni de inocencia, sino de empatía y conciencia. Cobardes son quienes claman en favor de una guerra en la que no van a alistarse; inocentes quienes piensan que el belicismo, antes que empeorar la situación, puede resolverla.
Pronto pasaremos del «No a la guerra» al «No a Rusia» y, entonces, entraremos en una espiral de destrucción para la que no estamos preparados. La única opción digna en este conflicto es forzar su resolución por la vía pacífica, apostando por el diálogo y la negociación. No lo digo yo, lo dice el secretario general de la ONU: «es el momento de la mesura, la razón y la desescalada».
Hipocresía es creer que la guerra en Ucrania empezó el jueves pasado y no en 2014. Es atacar al imperialismo estadounidense, pero callar ante el ruso. Hipocresía es llorar por Ucrania, mientras nos olvidamos de Palestina, Siria, Sáhara o Yemen.
NO A LA GUERRA, bajo ningún concepto y en ningún lugar.
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