Por Pedro Javier López Soler, historiador y presidente de la asociación Amanecer 31.
Vivimos tiempos interesantes, donde el pasado, quizás por las similitudes que sugiere con el presente, es utilizado como arma arrojadiza en la lucha política. Estamos inmersos en constantes batallas culturales, en un escenario de guerra ideológica del que no podemos quedarnos al margen. Y aunque quisiéramos, sufriríamos el impacto de sus consecuencias.
Está en juego la propia percepción de nuestra sociedad y nuestra historia. En revisión se encuentran viejos axiomas que la moderna historiografía está desmontando con sus nuevas investigaciones. La guerra civil fue un enfrentamiento entre hermanos donde ambos bandos fueron igual de sanguinarios; España fue neutral durante la Segunda Guerra Mundial; o Juan de la Cierva fue apolítico y no participó en la trama golpista de 1936, poco importa que realizara la gestiones para que Franco disfrutara de los servicios del Dragon Rapide. La historiografía avanza y mitos, como los mencionados, se desvanecen.
Pero también emergen con fuerza bulos históricos elevados a la categoría de dogmas por tertulianos, pseudoperiodistas y desinformadores en general, ajenos por completo a la metodología propia de los historiadores para aproximarnos al pasado. Nada objetivos y con nula intencionalidad didáctica, su mensaje fácil y cargado de odio cala, sin embargo, con más facilidad que los estudios que llevan tras de sí decenas de horas de archivo, lectura, reflexión y análisis.
Pero la manipulación de nuestro pasado solo es posible en una sociedad que desconoce su propia historia. El resultado de la combinación de décadas de políticas de desmemoria y la intoxicación en redes sociales es el resurgimiento del filofranquismo entre uno de los sectores culturalmente más vulnerables de nuestra sociedad, los adolescentes. Alumnos de 2.º ESO señalando al dictador como su personaje histórico favorito; jóvenes de 15 años que conocen la letra del «Cara al Sol», pero no saben que «Bella Ciao» es una canción de los partisanos italianos que hicieron frente al fascismo; e, incluso, estudiantes, que ante una línea del tiempo sobre la historia de España expuesta en los pasillos de su centro educativo, realizan el saludo a la romana al pasar ante una foto de Franco. No invento nada, todo esto lo he comprobado yo mismo en mi corta experiencia como docente.
Frente al bulo, la mentira, la manipulación de nuestro pasado… lo que se contrapone es la ciencia, la metodología del historiador, única garante de la construcción de un conocimiento certero. Los demócratas tenemos la obligación de poner en valor la investigación histórica y apoyar a quienes demuestran un compromiso con la verdad y, con ello, con el futuro de nuestra propia sociedad. Pues si los dogmas de la caverna terminan imponiéndose, viviremos, parafraseando un poema de Bertolt Brecht, «malos tiempos para la lírica». Escribía el poeta ante el ascenso del Hitler al poder:
«En mí combaten
el entusiasmo por el manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero solo esto último
me impulsa a escribir».
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