Palabras finales del historiador Pedro Javier López Soler en la clausura del acto Memoria y Dignidad, celebrado el pasado 22 de agosto para rendir homenaje a Miguel Calvo Alcázar (1892-1948), líder campesino y concejal del Ayuntamiento de Águilas entre 1931 y 1937, que fue condenado a veinte años de prisión por la dictadura franquista.
«Dijeron de Miguel que era un rojo peligroso… Y durante años esa ha sido la imagen que ha quedado de él. La que el franquismo quiso imponernos. Hoy, demostramos que, si bien era rojo, peligroso solo lo fue para aquellos que disfrutaban de privilegios sociales a costa del sudor, las lágrimas y la sangre de los demás.
Miguel tuvo claro a quien representar. A la gente del campo, a quienes viven de la tierra, a los campesinos, los jornaleros, los labradores, los aparceros, los agricultores. Por qué será que este pueblo tiene tan mala memoria con quienes viven en las diputaciones rurales. Mientras los apellidos Muñoz Calero, gozan de reconocimiento y los encontramos muy bien representados en nuestras calles, plazas e instalaciones deportivas. Aquellos que sufrieron la tiranía de Franco están relegados al recuerdo exclusivo de sus familiares.
¿Por qué en 2023 nuestro Ayuntamiento mantiene la concesión de la Medalla de Oro de la Villa de Águilas al dictador, que le fue otorgada en 1969? ¿Por qué la guarnición militar que ocupó nuestro pueblo al término de la guerra y que es responsable del asesinato de dos jóvenes aguileños, José Antonio González y Mariano Maldonado, que fueron vilmente fusilados y sus cuerpos arrojados a un barranco, sin tener en cuenta el daño irreparable que podía ocasionar a sus familias, a sus hijos de apenas tres o cuatro años, por qué estos mercenarios siguen siendo considerados como Hijos Adoptivos de Águilas? ¿No representa esto una vergüenza y una ofensa para nuestra democracia, para los descendientes de sus víctimas y para el pueblo en su conjunto?
Esto no va de izquierdas o derechas. Eso sería muy fácil. Hay que dejar las etiquetas a un lado, porque a veces los árboles nos impiden ver el bosque. Esto va de dignidad, de justicia, aunque sea simbólica, y es que las víctimas de la guerra civil y de la dictadura, después de 80 años de silencio, merecen, aunque sea, un pequeño reconocimiento por parte de esta sociedad que hoy disfruta de lo que aquellos defendieron generosamente, pagando un precio muy alto por ello. Esto va de aquello que clamaron los franceses hace más de doscientos años: libertad, igualdad, fraternidad.
Esta democracia que tiene tan buena memoria para quienes colaboraron y ascendieron socialmente durante la dictadura, se ha olvidado de quienes le hicieron frente. Una democracia sin memoria, ¿puede ser una democracia plena? Una democracia con muertos en la trastienda. Luego, habrá quien se eche las manos a la cabeza.
La lucha de Miguel el Pigüé fue por la libertad. Su herencia es la libertad de todos.
Hoy, Águilas repara una deuda histórica con uno de sus más comprometidos hijos. Líder campesino, no importa su ideología ni su partido, dejémoslos a un lado si eso nos confunde. Lo que importa es lo que hizo, por qué lo hizo y por quiénes lo hizo.
Cerramos este acto “Memoria y Dignidad” con Vicente Palao. Vamos a cantar juntos “A galopar”. Como el poeta, soñamos con ese día en que el mar entierre la impunidad, el odio visceral y la desmemoria. En que se haga justicia con los dignos hijos de la España de la cultura y el trabajo, de esa España a la que Miguel Calvo tan bien representa.
¡A galopar, que queda aún mucho por recorrer!»
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